Cada vez que evoco tu sonrisa, no puedo evitar que la mía aflore. Cada vez que imagino la suavidad de tu piel, mi boca se mueve levemente, tratando de besarla, y mis labios componen una extraña mueca de anhelo cuando entienden que no estás. Cada vez que recuerdo la caricia de tus manos, mi piel se eriza, y mi espalda se tensa de gozo. Cada vez que pienso en la imagen de tu cuerpo desnudo me estremezco de pensar que pueda ser mío.
Adorarte tanto no puede ser bueno...
ResponderEliminarNo. Es mejor.
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