No.

¿Por qué te venció? Un mal paso, un resbalón... Qué más da, son cosas que escapan a tu control, no has fallado, sigues siendo ampliamente superior. En realidad, tú llevas las riendas de esta lucha, constante pero no eterna. Tú eres la que siempre gana, y lo sabes. Porque nadie maneja tus hilos. Porque nadie puede tomar tus decisiones, así que la única persona en tu contra eres tú.

Tú contra ti. Contra todo lo que odias con esa rabia y asco que te nace de dentro cuando hablas de ello. ¿Cómo podría tu irreal adversario siquiera pensar en vencerte? ¿Cómo podrías siquiera plantearte la posibilidad de permitírselo? Además, ahora tienes más motivos. Te lo has prometido. Te has dado tu palabra, tienes que debes cumplirla. Te lo debes a ti misma, no puedes fallarte en algo tan sencillo como tomar una decisión cuya respuesta ya conoces.

En esta lucha juegas tú, y eso significa que sólo estás tú. Así que si tú no quieres, tú no lo haces. Y sabes que no quieres. Lo tienes muy claro. Así que no lo harás.

Jamás olvides todo esto. Jamás lo olvides... Grábalo a fuego en tu mente. Eres dueña de tus actos y nada ni nadie puede controlarte.