A veces, para ser el mejor, basta con ser el peor.
Embriagar los sentidos con tequila hasta que la razón desaparezca y sólo queden las sensaciones, primas hermanas de los sentimientos. Y es a través de las sensaciones cuando comienzo a sentir esos sentimientos, como aquel harto olvidado sentimiento de felicidad que brota desde el mismísimo centro de mí, sólo por el hecho de poder volver a sentir algo sin raciocinio ni control. Y es que, en realidad, no me preocupa nada más que el hecho de que no soy como me gustaría ser... Y todos mis problemas se resuelven en uno: he perdido mi capacidad de sentir por impulso, y es ahora la razón quién decide lo que siento. Quiero recuperar la capacidad de ser real. Porque no es justo, ni para mí, ni para los demás...
El tequila dice que tengo que decir más cosas, pero, sinceramente, prefiero no decirlas, ya que si las digo acabarán mal, y prefiero tener mi cuento sin final a tener otro final que guardar en el cajón del blanco y negro.
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