lunes, 2 de abril de 2012

Dame un segundo...

    Pasa el tiempo y casi puedes ver los segundos surgiendo del reloj para esfumarse en el aire. Casi podrías sentarte y sencillamente verlos desvanecerse. De hecho, lo haces a menudo. En la comodidad de tu cama, con el techo por cielo y las sombras por nubes, contemplas la vida pasar. Cualquiera que te vea pensará que pierdes el tiempo, pero no es así. No estás perdiendo el tiempo, no... Estás contándolo. Te cercioras de que sigue avanzando para que no te la juegue, como siempre hace. Compruebas que sigue su curso porque tienes una cita. Hay un segundo concreto. Uno de esos segundos que pasan. Uno más, pero para ti es especial. Lo esperas con ansia, con ganas, con la impaciencia del que espera a que el granizado vuelva a derretirse para poder beber de nuevo. Tienes una cita con ese segundo y no quieres que se retrase porque podrías desquiciarte si así fuera...

    Tic. Tac. El tiempo pasa, y aunque todos los segundos van consumiéndose en su debido momendo, parece que cada vez sea más largo el intervalo entre uno y otro. Ese efímero instante entre el uno y el dos, entre el dos y el tres, durante el cual tus nervios se estremecen porque, por un lado, temes que no llegue el cuatro y, por otro, necesitas que fuera ya el cinco. Pero el tiempo pasa. Inexorable, inmutable, invisible, y cada vez falta menos para tu cita. Ese segundo tan importante del que casi no he hablado. Pero hablemos de él. Es un segundo interesante, sí...

    Nació como todos los demás. Primero un tic, y luego un tac, y jamás pensó que sería especial, pues duraba lo que todos los segundos duran y sonaba como suenan todos los segundos. Pero había algo distinto en él. En lugar de consumirse como todos los demás, permaneció en el aire, en cada sensación, en cada emoción... Permaneció ahí esperando a la próxima cita, a la que acudió sin falta, como hace desde entonces. Permaneció esperando a que lo volviera a llamar. A que lo volviera a vivir. A que lo volviera a sentir. Permaneció para ser el segundo más importante de mi vida. El segundo que prosigue a los revoltosos segundos que tardo en recorrer la distancia entre tú y yo.

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