Incluso en la más absoluta felicidad, es capaz de encontrarme. De hacerme caer. Mi mundo brilla con luz propia con cada uno de los pequeños soles de alegría que me rodean. Y aún así, sobre mí se cierne la más oscura de las sombras. Me encojo en un rincón de mi ser, en el más oscuro, cansado de no estar cansado. Intento hablar, pero soy mudo. No hay palabras. No hay sonidos. Sólo hay una sombra de mí mismo que intenta recordar cómo se escribe, cómo se toca.
Hoy no estoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario