lunes, 12 de marzo de 2012

...yo qué sé.

Es la primera vez que publico el final de uno de mis relatos eróticos... Hm... Es una sensación rara, casi como si dejara que me observen en pleno acto. En fin, se recomienda encarecidamente leer/releer la primera parte del relato para entrar en situación:


    Te devuelvo el mordisco con un leve gemido que no es otra cosa sino un vano intento por contenerme para no hacerte daño. Mis labios abandonan a los tuyos para recorrer tu barbilla, descendiendo por tu cuello beso a beso mientras tu piel se eriza con cada leve contacto.

    Lenta e inconscientemente, la caricia de mi mano toma la misma dirección que hace unos segundos elegiste tú. Siento tu ansiedad. Puedo notarlo en cada centímetro de tu alma. Te corroe la necesidad. Mis mordiscos en tu cuello no son suficiente distracción y llamas mi atención moviendo con más brío esa mano que sujeta mi entrepierna, como si así pudieras obligarme a apremiar mi paso, pero sólo consigues que te muerda más fuerte de lo habitual. Abandono tu cuello con una sonrisa cómplice mientras deslizo lentamente mis dedos entre tus piernas, tratando de recorrer cada centímetro de tu delicado sexo antes de retroceder levemente para buscar la entrada a tus placeres.

    Con un gemido tuyo, la encuentro.

    Mis labios regresan a los tuyos justo a tiempo para recoger el aliento de tu segundo gemido, que llega cuando mis dedos se adentran en ti, haciendo que tu espalda se arquee y tu cuerpo se retuerza en un quejido gozoso que no hace sino excitarme aún más. Con el movimiento de mis dedos, llega el tercer gemido, que ahogas en una sonrisa placentera. Me muerdes, notablemene más fuerte que antes. Primero el labio, luego el cuello, el hombro... Tus manos aprietan con más fuerza y tiemblo levemente de ansiedad, de necesidad, de anhelo.

    Me coloco sobre ti mientras juegas a atrapar mi lengua con la tuya y tus manos me sueltan. Liberado, mi glande recae sobre tu vientre y la caricia de tu suave piel en tan sensible zona no hace sino excitarme aún más, provocando que mi espalda se vea recorrida por un electrón de placer. Separando lentamente mis caderas de ti, dejo que mi miembro acaricie tu clítoris hasta llegar al glande, que comienza a resbalar entre los labios de tu sexo, buscando la puerta que segundos antes encontraron mis dedos.

    Supero con cuidado la breve resistencia que ofrece tu interior cuando una parte de mí penetra en él. Gimes y te retuerces cuando lo sientes dentro de ti. Yo siento con gran placer cómo aprietan tus entrañas y siento también el palpitar de mi erección cuando retrocedo lentamente, acomodándome dentro de ti antes de comenzar a jugar en serio. Vuelves a gemir, exhalando un aliento que no dudo en hacer mío. Comienzo a moverme en tus adentros con cadenciosa lentitud. El ritmo lento me permite disfrutar del resto de tu cuerpo, y así pruebo de nuevo el sabor de tus labios y el calor de tu mirada extasiada, en combinación con la perenne suavidad de tu cuello. Sin embargo, pronto me puede el deseo y comienzo a intensificar el vaivén de mi cuerpo sobre el tuyo, incapaz de no suplicar por más de esa medicina que me das, incapaz de no proporcionarte todo el placer que sea capaz...

    Parece que lo estoy logrando, pues lanzas un suspiro profundo, largo y extasiado, que no es sino un intento de contenerte para no gritar. Tus súbitas uñas en mi espalda me cogen por sorpresa. Excitado, ansioso, herido de placer y clamando por más, no puedo evitar soltar una exhalación y me aferro a tus caderas para evitar que te alejes, preparándome. Con fuerza, embisto tus adentros profunda y placenteramente, sintiendo al momento cómo tus músculos presionan contra el mío. Dejas escapar un nuevo gemido, más profundo, más exaltado y más lascivo, que guardo inconscientemente en mi memoria.

    Sin dejar de clavar mis dedos en tus caderas, tiro de ti una y otra vez para penetrarte en profundidad. Una y otra vez siento el placer de arrastrarme dentro de tu cuerpo. Una y otra vez, tus gemidos se unen a mis exhalaciones, formando un coro de lujuria. Una y otra vez, tus ojos se ponen en blanco y tu espalda se arquea de puro placer. Sientes un cosquilleo entre tus piernas que parece conectar directamente con tu mente, volviéndote loca. Siento la presión de tus adentros y contemplo gozoso la expresión de tu rostro. Comienzo a entrar en ti más y más rápido. Muerdes mi cuello, aprieto tus nalgas, arañas mi espalda y yo tu cordura, sueltas un gemido y yo un leve gruñido, encoges la espalda y yo me aferro a ti con desesperación para que no te separes ni un segundo, y por fin, sientes la explosión de placer que te hace soltar un quejido largo y extasiado mientras sigo abriendo a golpes las puertas del placer. Se cierran tus músculos y presionan con increíble fuerza mi miembro, recorriendo el poco camino que me quedaba hasta el éxtasis. Siento que voy a explotar dentro de ti y, por fin, con mis ojos cerrados y una mueca de placer absoluto en mis facciones, recibes el calor de mis fluidos en tu interior.

    Sonríes, todavía tratando de no desquiciarte, y tu sonrisa me devuelve a la realidad, provocando que aflore una leve y agotada sonrisa de mi boca. Te doy un beso cargado de cariño, acariciando tus labios, y me dejo caer a tu lado. Al instante, te remueves en la cama y te aferras a mí. Dejo escapar un suspiro cansado y me río levemente. También ríes, y me agradeces el esfuerzo con un beso en el pecho y una mirada complacida.

1 comentario:

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