Te cansas de no hacer nada... (no puedo evitar sonreír mientras lo escribo, la ironía es mi chiste favorito)
Conozco bien ese estado. Siempre abajo, siempre hundido, siempre tan al fondo que no quieres siquiera mirar arriba para comprobar que, abajo, está a un palmo y medio de arriba. Me he pasado cinco años de mi vida en ese asqueroso subsuelo que hay entre la indiferencia y la muerte.
Siempre, siempre abajo...
Cinco años. Cinco...
No es poco tiempo. Son 1.825 días. 43.800 horas. Pongamos 43.000 para quitar las borracheras, en las cuales la tristeza es tan pasajera como la misma felicidad... Pero siguen siendo 154.800.000 segundos.
Un segundo pasa y piensas en 3 cosas distintas, pero ninguna te da ánimos ni razones para seguir vivo. Otro segundo más y ya son 6 los lúgubres pensamientos que han recorrido tu cabeza. Y así, sigues viendo caer la arena del reloj de tu vida con la indiferencia de quien no tiene razones para querer que se detenga. Segundo a segundo, pensamiento tras pensamiento, grano a grano, tu vida se va. Pierdes más de ciento cincuenta millones de segundos de tu única vida en disfrutar del mismo sentimiento de tristeza, melancolía y autocompasión, sin hacer otra cosa que preguntarte si tu vida tiene alguna razón de ser. Más de ciento cincuenta millones. Y te da igual, porque tú estás a gusto en tu mierda.
Durante esos mil ochocientos veinticinco días, cada mañana abres los ojos y piensas: ¿por qué voy a vivir el día de hoy? Y la única respuesta es: quizá pase algo nuevo. Y así, la única razón por la que sigues con tu vida es por la mera inercia de "esperar que pase algo".
No mentiré... No habría aguantado así durante cinco años sin algún descanso... De vez en cuando, veía una mota de luz y, tratando de atraparla, me encontraba de repente en la superficie. Esos pequeños "algo" eran como el tiempo extra que te dan cuando pasas por meta: Qué extraño, hoy me siento capaz de sonreír. Hoy puedo comerme el mundo. ¡Dadme más horas en mi día, no es suficientemente largo! CHECKPOINT! Ese día me daba cuatro gramos de esperanza para aguantar un mes o dos.
Cinco largos años... Cinco años exento de un estado más o menos estable de felicidad, o siquiera indiferencia. Cinco años de sentir que mi vida es una mierda. Cinco años de no saber para qué cojones sigo levantándome cada mañana si nada en mi vida merece la pena. Cinco años de amarga tristeza, ansiedad destructiva y autodesprecio. Cinco años de depresión no diagnosticada.
Y como premio: tú.
Los cinco años mejor invertidos de mi vida.
No tengo palabras...
ResponderEliminarnioro, eres todo.