Por hacer algo.

"Hay tres cosas que se suelen sentir cuando te pasa algo muy bueno:

Una descarga que recorre tu espina dorsal y te hace encoger la espalda a su paso, acompañada por un pensamiento fugaz que se estrella en una explosión de felicidad cuando alcanza tu mente, obligándote a cerrar los ojos y girar la cabeza con brusquedad en un intento de no sonreír como un idiota.

Una necesidad irrefrenable de exteriorizar lo que sientes, aferrándote a lo que primero alcanzas casi con furia, porque la furia aparece con cada extremo, con cada exceso, y tienes un exceso de alegría en tu interior. Y sonríes. También sonríes todo lo que puedes, porque no hay espacio en tu pecho para guardar lo que sientes, y necesitas dejarlo salir.

La imposibilidad de pensar en otra cosa durante largos periodos de tiempo. Lo intentas, pero no puedes. Lo consigues a ratos, pero en seguida vuelves a caer. En realidad, no entiendes por qué intentas dejar de pensar en ello, pero es divertido intentarlo."

Las silenciosas letras te miran extrañadas, sin entender del todo qué piensas hacer con ellas, como el ejército que espera órdenes para comenzar a formar las filas. Y tú ordenas, comenzando a olvidarte de "eso" para sólo pensar en la palabra que escribes en ese instante. Ordenas las letras y formas palabras. Ordenas las palabras y formas frases. Y, conforme concluyes esas frases, completando el escueto párrafo, una sonrisa se te forma en la cara al leer descritas las mismas sensaciones que pretendías evitar. Otra descarga, otra sonrisa, y otra vez vuelves a pensar en ello. Has perdido de nuevo en el pequeño juego que has inventado.

Te rindes, en la más feliz de las derrotas, y terminas de describir esas sensaciones, sin intención ya de olvidar nada. Por hacer algo.