lunes, 25 de abril de 2011

3. Un extraño encuentro con un extraño hombre.

Varias semanas habían pasado ya desde que despertara en aquel bosque. Una pequeña choza de maleza y ramas en el hueco de un árbol me había servido como cobijo. La decisión de permanecer tanto tiempo en el bosque vino del hecho de no tener la mente clara. Me sentía confuso, al haber perdido dos semanas de mi vida y encontrarme con los bolsillos vacíos. Sin embargo, uno acaba por acostumbrarse al hecho de no poder recordar algo. La rutina de la vida te hace olvidar la necesidad de llenar ese hueco. Te limitas a continuar.

Cierto día, desperté con ganas de comer un buen filete, y fue entonces cuando decidí salir de aquel bosque y dirigirme a la ciudad. Pero antes, un bocado no me vendría mal, así pues agudicé el oído en escucha de las pisadas de algún conejo o similar que corriera por las inmediaciones. Pero lo que escuché no fueron las pisadas de un conejo, sino las de un humano, a unos 100 metros hacia el este. El hombre se movía con pesadez y algo tintineaba con cada paso, posiblemente su espada contra su armadura. La curiosidad venció y me dirigí a su posición.

Repentinamente, cesó su andar y yo el mío, tratando de escuchar sus movimientos. Capté su respiración, profunda y lenta, y supuse que pretendía meditar o al menos relajar su mente. Me aproximé los últimos 50 metros procurando andar marcando el paso, haciendo ruido y llamando la atención para que no creyera que pretendía atacarle. Sin embargo, su respuesta ante mi llegada fue un absoluto silencio, y le recriminé por ello. Haciendo gala del honor de soldado, se volvió y me estrechó la mano, presentándose. Sin embargo, las buenas maneras no duraron. Ningún soldado tolera demasiado tiempo las libertades que nos tomamos los trovadores. Tardó poco en tomar una actitud amenazante y menos aún en perder la compostura ante mis medidas puyas. No fue cortés por mi parte, pero el aburrimiento hizo mella en mis modales y un soldado es una presa fácil cuando no se rinde pleitesía más que a uno mismo. Sin embargo, al ver venir un innecesario derramamiento de sangre, tomé la decisión de retirarme del combate escalando ágilmente a uno de los muchos árboles que nos rodeaban. Un gesto que muchos considerarían cobarde, pero de sabios es una buena retirada cuando se está en desventaja. O eso dicen.

Aquel tipo, ofendido por mi malinterpretada huida, decidió no perder su tiempo conmigo y se marchó. La primera persona que me cruzaba en más de dos meses y me había ganado su odio en menos de lo que tarda un gallo en anunciar el alba. Fue un buen comienzo.

Salir del bosque no fue difícil, pues casi era ya mi hogar. Más tarde, encontré un viajero en los caminos que se dirigía a Nivemba, y decidí que si el destino me había cruzado en su camino, algo significaba. Sin embargo, a la mañana siguiente de haber llegado a la costa y encontrado un barco con destino a Nivemba, el cadáver del hombre fue hallado en su camastro, sólo un par de habitaciones más allá de la mía, agujereado por algún tipo de cuchillo, su habitación desvalijada y los bolsillos de su capa vacíos. "Lo que el azar te da, el azar te lo quita" pensé.

El viaje en barco había sido agotador. Varios días de navegación entre tormentas, corrientes y ataques de monstruos marinos me dejaron los huesos molidos y el ánimo por los suelos. Por suerte, tanto la tripulación como el barco estaban hechos a medida de tales retos. Por fin, en la mañana del día 13 de Lýehin, llegamos a Nïbal, capital de Nivemba y uno de los mayores puertos, si no el mayor. Mi ánimo mejoró en gran medida y me sentí preparado para ganarme alguna gentil propina con mis canciones. El laúd a la espalda y la sonrisa en la cara, puse el pie sobre la pedregosa calle del puerto y me dirigí en busca de alguna taberna por la que comenzar mis cantares. Sonreír siempre es importante cuando se es bardo, pues no sabes con quién te encontrarás más tarde en alguna taberna, y una sonrisa puede hacer que te ganes su favor más fácilmente. Sin embargo, tardé toda la mañana en encontrar una taberna donde no hubiera ya alguien tocando o entreteniendo a la gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario