viernes, 8 de junio de 2012

Tú.

    Puedo sentir de nuevo el placer de tu compañía. Sí, estás aquí sentada a mi lado, con tus suaves y delicadas manos acariciando las mías mientras yo...
    Espera...
    ¿Sentirá la misma emoción incluso contigo? No lo sé, pero no lo creo. Quizá seas la única que no la haga enfermar... Y aun siendo así, ahora vienes menos a verme. Es curioso, pues antes solíamos ser grandes amigos. Yo escuchaba tus suspiros, tus gemidos, los latidos de tu enérgico corazón, y eso era como un soplo de brisa fresca para mí. Para ti era la oportunidad perfecta para expresarte libremente. Ahora, el único momento en que te dignas a venir a visitarme es cuando no soy yo mismo. Cuando me embriago de artificial alegría y mis pensamientos se ven turbados por la emoción de verse libres de la tiranía de mi mente. Cuando nadie me controla -ni casi yo mismo- es cuando vienes. ¿Esperas que así no me sienta culpable por poseerte? ¿Crees acaso que me sentiré culpable si lo hago? ¡¿Es eso?! ¡Pues ni me sentiré culpable, ni me siento ahora, ni nadie me culpará...! Soy libre de poseerte, de compartirte y de olvidarte. Soy libre de hacer todo eso porque es tu destino. Y uno no puede evitar su destino, igual que yo no puedo evitar elegirla a ella, antes que a ti...

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