Palabras. Cargadas de emociones. Rebosantes de sentimiento. Inundadas de la más sincera intención. Pero solo palabras. Cuán inútil se siente uno cuando todo lo que tiene en su poder son palabras. Cuando ni con toda la voluntad del mundo eres capaz de lograr lo que quieres. Querer es poder. ¿Poder? Sí... Poder sufrir. Y cuanto más quieres más sufres. En el fondo te da igual porque sufres por propia elección. Es el camino que has elegido (o que una parte de ti ha elegido), pero no por ello dejas de sufrir. Sufres porque tu querer no te da tanto poder cuanto debería. Porque debería darte poder como para poder hacer feliz al objeto de tu querer. Pero no. No es así. No es tan jodidamente fácil. No es ni mucho menos tan ridículamente fácil. Porque no es suficiente con que te quiera más que a nada en este mundo para lograr que tu vida sea infantilmente feliz, como en un cuento de Disney. Y se me van los estribos y arremeto contra el aire sólo por el hecho de que no consigo... Boh... A la mierda...
Pero no... No pienso dejar que me supere. Tú, por tu parte, puedes irte al carajo, si quieres. Puedes hundirte en la miseria y dejar que te arrastre tu propio pasado, pero que sepas que yo me voy contigo. Que no pienso dejar que semejante imbecilidad te aleje de mí. Así que si tú bajas, yo bajaré contigo. Y cuando subas, subiremos juntos. Y si pretendes aburrirme con tus problemas, ya puedes empezar, porque vas a tener que esforzarte mucho. No pienso perder... No pienso perderte. Esta es una batalla que tu pasado no va a ganar. Al menos no contra mí. Y ahora, si quieres, luchas conmigo, y si no quieres, lucharé solo. Por ti, por mí, por nosotros. No pienso dejarte sola. Hazte a la idea.
No va a poder.
ResponderEliminar