lunes, 19 de diciembre de 2011

Césped artificial.

[...]Se quedó sentada en el césped bañado por el frescor de la mañana en otro caluroso amanecer de junio, sin querer levantarse de nuevo, mientras acariciaba la hierba con las palmas de las manos dejando que le hiciera cosquillas en la piel y le miraba sonriente. Él siempre se bloqueaba cuando lo miraba de esa forma tras haber peleado, y no fue distinto esta vez. Ella era consciente, pero le divertía ver que aún había algo de inocencia en él y comprobar que no se atrevía a hacer lo que, por otra parte, ella tanto deseaba. Pero, al final, él siempre acababa cayendo en su juego, pese a la vergüenza, las dudas y la timidez.


La muchacha observó cómo su acompañante se sentaba a su lado y la miraba fijamente a los ojos, ahora decidido. Siempre la sorprendían esos cambios de actitud. Tan pronto era un mar de dudas, como se volvía la persona más firme sobre la faz de la tierra. Pero igualmente, a sabiendas del deseo que generaba en él, le gustaba jugar. Se dejó caer hacia atrás muy lentamente, sin cortar la conexión que se había formado entre sus miradas, sin quebrar la magia del momento previo a la batalla, y él la observo muy atentamente en cada movimiento. Se recostó, apoyando los codos, y, al detenerse, el pelo le resbaló por los hombros y cayó hasta rozar el césped. Esto fue el detonante que obligó al chico a mover ficha, incapaz de reprimirse más.


Se acercó a ella hasta quedar a escasos centímetros, lo suficientemente cerca para rozar sus labios con su cuello y besar tiernamente su piel, a la vez que aspiraba levemente su aroma. Ella se erizó por completo y comenzó a ponerse nerviosa, pero no intentó tranquilizarse. Le gustaba perder un poco el control de sí misma y dejarse llevar. De repente, notó cómo la mano del (supuestamente) tímido chico se posaba en su vientre, al tiempo que un súbito mordisco en el lóbulo de su oreja la obligaba a encoger el estómago de excitación.


Le cogió la mano y la introdujo bajo su blusa cuando notó su vacilación. Sintió el cálido tacto de sus dedos en su vientre y eso la relajó, contrarrestando la tensión que la excitación de los besos, los mordiscos y la lengua lamiendo su cuello le estaban provocando. Deseó besarle, y giró la cabeza para morderle la mejilla, llamando su atención. Al hacerlo, notó sus dedos arañando su vientre con cariñosa excitación, y luego, los leves mordiscos del muchacho comenzaron a subir por su cuello, hasta alcanzar el contorno de su mandíbula. Mordisco a mordisco, deleitándose con el sabor de su piel, se dirigió hasta sus labios. Ella era perfectamente consciente de que sólo la hacía esperar, de que ahora él dominaba el juego y que sólo quería demostrarlo, y cuando los labios de él encontraron los suyos, quiso besarle para recuperar el control, pero él se lo impidió separándose casi imperceptiblemente y sólo se los rozó levemente. La desesperación empezaba a notarse en sus movimientos, y estaba tentada de agarrarle para tirar de él y besarle apasionadamente, pero le dio otra oportunidad y le dejó seguir jugando. 


Esta vez, como si pudiera leer su mente, la besó como ella quería. Suave y dulce al principio, como si tuviera miedo de ofenderla, pero al momento abarcó todo el contorno de su boca con los labios y la besó apasionado, atrapando su labio inferior con los dientes.[...]

3 comentarios:

  1. No se tú, pero a mí me gustan más los días de diciembre. Parecen más bonitos que los de enero...

    =B

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  2. Eso va a ser por la Navidad...






    Jajajajajajajajaja

    No, en serio, sí es verdad que diciembre parece más bonito. Será por la nostalgia de las cosas que acaban, o por la ilusión de lo que pueda empezar.

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